“La esperanza es lo último que se pierde”, es lo que mucha gente suele repetir cada vez que el Gobierno del Presidente Humala enrumba hacia el pasado
Para el ciudadano de a pie, como yo, con acceso a los medios de información; la vida diaria y las noticias que ésta trae, genera corolarios que definitivamente llevan hacia verdades grisáceas, pero verdades al fin al cabo. Últimamente, con relativa frecuencia, suelo preguntarme si el Presidente Ollanta Humala seguirá persistiendo en su carrera maratónica para ir, en la mayoría de los casos, en contra de los sectores que votaron mayoritariamente a favor de él.
Veamos algunas noticias y frases que me llamaron la atención en los últimos días, por sus coincidencias y relación intrínseca entre ellas. Alonso Cueto, reconocido escritor peruano contaba que la lápida de Scott Fitzgerald (autor de «El Gran Gatsby») decía: «Y así vamos adelante, botes que reman contra la corriente, arrastrados sin cesar hacia el pasado». Por otro lado, Waldo Mendoza, Decano de Economía de la PUCP expresaba en un evento que: «Estamos como si nadie se hubiese enterado de que el Presidente Humala ha sido elegido. Viendo cifras económicas, estamos como con Alan García…». Luego, el Presidente Humala salió de su mutismo y dijo: «El agua en Cajamarca está contaminada por minerales e ideologías» y «Yo tengo treinta millones de hermanos». Para completar el panorama y mi desconcierto, el Dr. Sinesio López desarrolló la siguiente pregunta en un artículo periodístico, diciendo: «Ollanta: ¿Metamorfosis o Captura?», refiriéndose a la influencia de los grupos de poder económico y de la derecha en particular, en las acciones del Gobierno y, finalmente, el economista Carlos Anderson escribía: «Cuando las cosas van bien en lo económico, las personas se sienten más optimistas y felices…».
Definitivamente, hay un denominador común entre todas las frases citadas: El Perú no está cambiando como debería ser y se observan síntomas que demuestran que se está nadando contra la corriente (como los botes de Fitzgerald o como el salmón), por lo tanto, dirigiéndose inexorablemente hacia el pasado de siempre. Por ejemplo, los conflictos sociales (más de doscientos) son cada vez más contundentes -lo que demuestra que una significativa población no se siente optimista- y, el Estado sigue protegiendo a quienes no debería proteger.
Efectivamente, el crecimiento económico sigue a buen ritmo, aún cuando tendrá una ligera reducción en el 2012, pero los conflictos sociales se hacen cada vez más fuertes y tienen mayor contundencia en la sociedad civil. Los grandes sectores poblacionales involucrados cuentan con opiniones a favor y en contra de sus acciones, pero también se observan sectores que siguen con la ideología del pasado o como el Presidente, que manifiesta que las ideologías son contaminantes (infiero entonces, que no deberían existir). En parte, no le falta razón, porque contamina el entorno encontrar gente que expresa férreamente «Me indigna que los agitadores negocien con las autoridades» y que mencione contradictoriamente que si se generan leyes con mayor protección «más gente quedará desprotegida y no se podrá incorporar al ochenta por ciento que se mantiene en la informalidad» (José Olaechea, socio del Estudio Olaechea, que asesora proyectos de minería y estructura de grandes empresas nacionales e internacionales). Lo que subyace a estas expresiones, es que no sólo no se consideran los principios básicos de una negociación, sino que también se ignora que existen métodos diversos para resolver el problema de la pobreza en sus diferentes niveles. Es decir, se reproduce la misma escuela del Premier. La pregunta es: ¿Esto es realmente ignorancia o sólo un ejemplo del comportamiento ideológico del sector que ahora es aliado del Gobierno?
El Estado no se queda atrás y varias de sus decisiones tienen mucha relación con años pasados. Me refiero al Proyecto Olmos y el subsidio que el Gobierno viene asignando a las grandes empresas. Según Caretas, este Proyecto de irrigación vale hasta ahora 480 millones de dólares y cada hectárea le costó al Estado 20 mil dólares. Sin embargo, ahora subastan cada hectárea en 5 mil dólares e inclusive, una sola empresa se adjudicó 15,600 Has de las 18,700 que se subastaron, a sólo 4,250 mil/Ha. La empresa que compró, Gloria, acumula con esta compra un total de 80,000 Has a nivel nacional, área mayor que muchos latifundios antes del Presidente Velasco.
COFIDE, como representante del Estado, debió haber comprado 8,000 Has -según orden del Pdte. Humala- parcelándolas en lotes de 25 a 100 Has con el objetivo de «democratizar el acceso a la tierra», ya que de esta manera pequeños y medianos agricultores de Lambayeque estarían en condiciones de comprar tierras posteriormente, en función a sus recursos. ¿Qué pasó? El MEF dio una contraorden y COFIDE no compró. Se demuestra con ello, que una obra estatal de gran magnitud y esperada por años, beneficiará directamente a unas pocas empresas con un subsidio nada despreciable. La misma noticia afirma que después de haberse presentado un proyecto de Ley a favor de poner límite a la propiedad de tierras en el Perú -como lo hay en varios países de Europa donde la propiedad máxima asciende a 3,000 Has/persona- organizaciones como ADEX, COFIDE, Cámara de Comercio de Lima y varios congresistas de derecha se oponen tenazmente a estos cambios. ¿Por qué será?
El corolario mayor es el que representa la verdad de perogrullo que significa tener “treinta millones de hermanos”, como dijo el Presidente Humala. Si esto fuese así, ¿es congruente subsidiar a quien tiene recursos y promover que unos pocos sean dueños de gran parte del Perú? Evidentemente no. Este corolario está inmerso en la tesis de la “captura del Presidente Humala” por parte de los grandes grupos económicos y varios dueños de medios de comunicación establecidos en el país, que lógicamente, se subieron al carro del poder para proteger sus intereses, aún cuando al principio despotricaban enfáticamente del candidato Humala.
Como me decía un amigo, esta situación es preferible a haber tenido la alternativa fujimorista. En consecuencia, la esperanza de cambio continúa y, con ello, la posibilidad de bienestar y felicidad de la población en su conjunto, como lo aspira y viene promoviendo en las Naciones Unidas el lejano país oriental de Bután, que ha introducido el Índice Nacional Bruto de Felicidad (GNH), como indicador que debe medir la manera como se orienta el desarrollo de un país, “teniendo al Estado como facilitador del desarrollo socioeconómico sostenible y equitativo, la buena gobernabilidad, la conservación del medio ambiente y la preservación y conservación de la cultura” (Ver artículo de Gonzalo Gutiérrez, Vice-Pdte. del Consejo Económico y Social de las NNUU).
¿Será posible entonces, la “Gran Transformación”, principalmente para el 31% de los treinta millones de peruanos, que viven en situación de pobreza?. ¿O será que el autor de “El Gran Gatsby” acertó cuando dijo: «Y así vamos adelante, botes que reman contra la corriente, arrastrados sin cesar hacia el pasado…”, si aplicáramos esta metáfora al Gobierno de nuestro país y a quien lo preside?
(Nancy Goyburo Reeves)
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