¿Cancillería a la deriva?

La embajada del Reino Unido en el Perú acaba de emitir un  segundo comunicado a raíz de la cancelación de la visita de la fragata HMS Montrose. El texto de la nota es absolutamente colonialista. Los británicos afirman que están «decepcionados» por el proceder del gobierno peruano, califican la decisión soberana del país como un gesto «poco amistoso» y recuerdan que el Reino Unido es el «segundo inversionista extranjero» en el Perú.

Repasemos los hechos:

1. El gobierno peruano efectivamente aceptó la visita de la nave en fecha que luego, por responsabilidad estricta de la armada inglesa, no fue viable y quedó pendiente una reprogramación.

2. La cancillería argentina objetó la invitación peruana al buque británico, siguiendo discretos canales diplomáticos. El ministro de Relaciones Exteriores del Perú no accedió a dejar sin efecto la invitación.

3. No obstante ello, la prensa argentina hizo público el cuestionamiento a la visita y señaló que la conducta peruana no era consecuente con el reciente acuerdo de UNASUR de respaldar la postura gaucha sobre las islas Malvinas, acuerdo del que Perú fue promotor.

4. En esta circunstancia -y aprovechando la imposibilidad de cumplir con la fecha acordada- la cancillería peruana canceló la visita del HMS Montrose.

5. La embajada del Reino Unido emitió un primer comunicado manifestando sorpresa -e incluso desagrado- porque esta cancelación no se había tratado previamente con el embajador. Sin embargo, el texto de la nota fue claramente diplomático.

6. La presidente de Argentina, exultante, saludó la decisión del gobierno peruano y felicitó a nuestro pueblo por su solidaridad.

7. Algunos congresistas del fujimorismo, Alianza por el Gran Cambio y Solidaridad Nacional censuraron a través de los medios al canciller Roncagliolo por haber provocado una crisis diplomática con Gran Bretaña.

8. Varios excancilleres, incluido el precedente, respaldaron la posición de Torre Tagle de cancelar la invitación al HMS Montrose.

9. El ministro de Defensa y el propio primer ministro tomaron distancia de Roncagliolo, como si la decisión de cancelar la visita de la fragata hubiera sido exclusiva responsabilidad del canciller y como si la discrepancia pública entre ministros no hubiera sido uno de los argumentos que esgrimió el mismo premier para justificar la caída del gabinete anterior.

Que Rafael Roncagliolo demostró inconsecuencia y algún desatino, no parece admitir discusión. No tiene sentido que el Perú mantenga una invitación a un buque de guerra británico mientras acuerda (y promueve) respaldar la posición argentina respecto a su soberanía sobre las Malvinas. Tampoco tiene sentido que, producido el hecho, se deje presionar por la prensa gaucha y cambie de postura provocando una pequeña crisis con el Reino Unido. Decir claramente que esta invitación no pone en juego la posición peruana sobre las islas en disputa no parecería tan difícil si se recuerda que Perú jamás hizo cuestión de estado diplomática cuando se supo que el gobierno argentino del impresentable Menem había vendido armas a Ecuador durante el conflicto fronterizo de 1995.

Pero de allí a cuestionar públicamente una decisión soberana de la cancillería (¿del gobierno?), respaldando de hecho a un estado extranjero frente al propio, hay una tremenda distancia. Peor es todavía que el mismo primer ministro salga a la prensa a cuestionar a su propio canciller, a apoyar a un estado extranjero en una nimiedad y a poner en duda la integración sudamericana, uno de cuyos fundamentos visibles es el respaldo a las demandas territoriales justas de sus estados frente a posiciones (y posesiones) coloniales de viejos y putrefactos imperios.

Este es el marco que ha permitido el envalentonamiento de la embajada británica y el uso de términos inaceptables en el comunicado que comentamos, sobre todo cuando nos enrostra la calidad del Reino Unido como segundo inversionista extranjero en el Perú. Vale la pena que todos sepamos que dicha calidad deriva del rol de las corporaciones británicas en la intermediación internacional del oro.

Óscar Valdés, y su casi socio Alberto Otárola (no olvidemos que, antes de ser ministro de Defensa fue viceministro del Interior, cuando el ministro era Valdés) han sido desleales con su colega de Torre Tagle. No importa cuanto se haya equivocado Roncagliolo, «los trapos sucios se lavan en casa». Pero ése es Valdés. Si antes traicionó a su jefe Salomón Lerner, no se puede esperar de él otra cosa. Allá los ingenuos que piensen que no.

Lo importante es ahora cómo se responde, con elegancia y dignidad, el atrevimiento del embajador británico. El Perú debe hacer respetar sus fueros y el presidente Humala debe, por fin, decir algo.

(Roberto Morales)

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