A propósito de valores y tradiciones

Ellen Johnson-Sirleaf es la actual presidente de Liberia y la más reciente tenedora del Premio Nóbel de la Paz, galardón que compartió con otras dos personalidades en 2011. Es una reconocida líder mundial y promotora de la equidad de género.

Pues bien, Johnson-Sirleaf ha defendido hoy, en un diálogo internacional, dos proyectos de ley que en este momento debate el parlamento de su país, presentados con el propósito de  endurecer las normas contra los homosexuales.

Actualmente la «sodomía voluntaria» (que es como las normas penales liberianas llaman al coito anal entre varones) es un crimen que se castiga con un año de prisión en el país africano. El congreso de Liberia podría incrementar significativamente la pena. Igualmente, un segundo proyecto de ley propone condenar hasta con cárcel efectiva a los defensores de los derechos de los homosexuales por «promover actos carnales entre personas del mismo sexo».

“Nosotros nos amamos tal y como somos, tenemos algunos valores tradicionales de nuestra sociedad que queremos preservar”, argumentó al respecto la mandataria liberiana en el marco de  una entrevista que brindó, junto con otros personajes, al diario The Guardian. El ex primer ministro británico Tony Blair, que también participó en el diálogo, manifestó vergüenza ante las opiniones de Johnson-Sirleaf.

Dos breves comentarios, que parten del hecho de que no estamos de acuerdo con la presidenta de Liberia: Uno, quizá Tony Blair debería mirar la viga en el propio ojo y también sentir vergüenza de su propio rol protagónico en las afrentas, violaciones, torturas y matanzas derivadas de la intervención de Estados Unidos y sus aliados (encabezados por el Reino Unido) en Afganistán e Irak y, dos, valdría la pena repensar si es verdad que los valores y tradiciones de las culturas no occidentales -o premodernas, como algunos gustan llamarlas- deben ser totalmente irrespetadas en nombre de los «valores universales».

Tal vez estos «valores universales» -si es que todos son tan valiosos- merecerían ser incorporados en las sociedades que aún no los reconocen mediante procesos educativos pausados, y no mediante imposiciones, como condición para que efectivamente lo sean.

¿O acaso olvidamos que hace menos de 3 siglos se seguía quemando brujas y herejes en nombre de la cultura occidental o que hace menos de una centuria se encarcelaba a quienes se atrevían a enseñar la evolución darwiniana o que hace apenas 50 años las mujeres no podían aún votar en varias naciones del occidente cristiano o que aún ahora se persigue, juzga, encarcela y mata a quienes defienden su territorio y su medio ambiente de la voracidad de los inversionistas que lo destruyen?

(Roberto Morales)

 

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