Ya sabíamos, aunque algunos preferíamos mirar al techo, que los gobiernos de Lula en el Brasil estuvieron más que sazonados de corrupción y que el gobierno de Dilma, ex guerrillera, también lo está. Acabamos de saber que el Pepe Mujica, ex tupamaro y actual presidente de Uruguay, se ha proclamado defensor y promotor de la gran minería a tajo abierto en su país y que se viene enfrentando beligerantemente a las poblaciones e instituciones que la resisten. Ya sabíamos que los gobiernos de los Kirchner en Argentina han estado plagados de prácticas moralmente cuestionables y que sólo la repentina muerte de Néstor Carlos logró aplacar una secuencia inacabable de denuncias. Acabamos de saber que Alexis Humala se presentó, ante diversas instancias y empresas de la Federación Rusa, como representante formal de su hermano y presidente electo del Perú, para hacer negocios de gas, pesca y no se sabe qué más.
Esta mañana, un grupo de sicarios asesinó a Facundo Cabral, el famoso cantautor argentino, en Guatemala. Cabral era exponente de una generación de artistas que hizo de su arte una proclama por la justicia y por la libertad. Seguramente hizo dinero, como lo hizo su gran amigo Alberto Cortez y como lo hicieron varios otros que respondieron a ese mismo discurso común. Pero nunca fue, como no lo fueron sus iguales, un artista comercial. Siempre intentó transmitir valores importantes, con su letra y con su voz. La muerte de Cabral nos recuerda a Zitarroza, a Soledad Bravo, a Viglietti y a Mercedes Sosa, nos trae a Quilapayún e Inti Illimani y también a Silvio y a Pablo y a Serrat y a Sivina, que no eran idénticos pero que sí eran iguales. Era (es) gente que prefirió (prefiere) compartir lo suyo con no muchos, guardando un gran respeto por su propio talento y por su propio mensaje. Gente a la que no se puede acusar de inmoralidad o corrupción. Gente que comenzó a morir hace mucho tiempo, quizá desde cuando los otrora referentes o profetas de manifiestos parecidos a los de sus canciones, se empezaron a mostrar venales o malvados como cualquiera de aquellos a quienes dijeron despreciar o combatir y a los que juraron se parecerían jamás. (más…)